Un aspecto particularmente notable de la Madre Teresa es la profunda crisis de fe a la que se enfrentó por casi cinco décadas de su vida, misma que quedó evidenciada en el libro Mother Teresa: Come Be My Light editado por Brian Kolodiejchuk que recopila las cartas privadas escritas por la misionera. A pesar de ello, esto no fue obstáculo para el proceso de su beatificación llevado a cabo en 2003.
Tras analizar sus obras y logros, el papa Juan Pablo II dijo: «¿Dónde encontraba la Madre Teresa la fuerza y la perseverancia para ponerse totalmente al servicio de los demás? En la contemplación silenciosa de Jesucristo, su Santo Rostro, su Sagrado Corazón». En privado y durante casi 50 años hasta el final de su vida, la Madre Teresa experimentó dudas sobre sus creencias religiosas, en las cuales «no sentía la presencia de Dios en lo absoluto», «ni en su corazón ni en la eucaristía», según dijo su postulador, el reverendo Brian Kolodiejchuk. La Madre Teresa no solo sobrellevó el dolor provocado por su falta de fe, sino que también sintió graves dudas sobre la existencia de Dios:
¿Dónde está mi fe? Incluso en lo más profundo... no hay nada, excepto vacío y oscuridad... Si hay un Dios, por favor, perdóname. Cuando intento elevar mis pensamientos al Cielo, hay un vacío tan acusador que esos mismos pensamientos regresan como cuchillos afilados y hieren mi alma... Qué doloroso es este dolor desconocido. No tengo fe. Rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin celo... ¿Para qué hago este trabajo? Si no hay un Dios, no puede haber alma. Y si no hay alma, Jesús, tú tampoco eres cierto.
Placa conmemorativa dedicada a la Madre Teresa en un edificio en la Plaza de Wenceslao, en Olomouc, República Checa.
Con referencia a las palabras anteriores, su postulador, Kolodiejchuk (el funcionario responsable de reunir las pruebas para su beatificación), indicó que existía el riesgo de que algunos pudieran malinterpretar lo dicho pero que la fe de la Madre de que Dios estaba trabajando a través de ella se mantuvo intacta, y si bien se lamentaba por el sentimiento de pérdida de cercanía con Dios, no puso en duda su existencia. Muchos otros santos tuvieron experiencias similares de aridez espiritual. Contrariamente a las creencias erróneas por parte de algunos que expresaron que esas dudas serían un impedimento para la canonización, este proceso se llevó a cabo sin ningún obstáculo en dicho rubro.
La Madre Teresa sintió, después de una década de dudas, un período breve de fe renovada. En el momento de la muerte del papa Pío XII en otoño de 1958, orando por él en una misa de réquiem, dijo que había sido relevada de la «larga oscuridad: aquel sufrimiento extraño». Sin embargo, cinco semanas más tarde, admitió regresar a sus dificultades para creer. Escribió muchas cartas a sus confesores y superiores durante un período de 66 años. Si bien había pedido que las mismas fueran destruidas por temor a que la gente «vaya a pensar más en mí y menos en Jesús», fueron recopiladas en Mother Teresa: Come Be My Light (Ed. Doubleday). En una carta que se dio a conocer públicamente a un confidente espiritual, el reverendo Michael van der Peet, Teresa escribió: «Jesús tiene un amor muy especial para ti. [Pero] En cuanto a mí, el silencio y el vacío son tan grandes, que miro y no veo, escucho y no oigo, mi lengua se mueve [en la oración] pero no habla... Quiero que reces por mí, que yo le dejo tener una mano libre».
Muchos medios informativos se refirieron a los escritos de la Madre Teresa como una indicación de crisis de fe. Algunos de sus críticos, como Christopher Hitchens, tomaron sus escritos como una evidencia de que su imagen pública fue creada principalmente para publicidad a pesar de sus creencias y acciones personales. Sin embargo, otros, como Brian Kolodiejchuk, editor de Come Be My Light, la compararon con el poeta místico del siglo XVI San Juan de la Cruz, quien acuñó el término de «noche oscura del alma» para describir a una etapa particular del crecimiento de algunos maestros espirituales. El Vaticano indicó que las cartas no detendrían su camino hacia la santidad. De hecho, el libro fue editado por el reverendo Brian Kolodiejchuk, su postulador.
En su primera encíclica, Deus caritas est, Benedicto XVI mencionó a Teresa de Calcuta en tres ocasiones y también utilizó su obra para referirse a uno de los principales puntos de la encíclica. «La Beata Teresa de Calcuta es un ejemplo evidente de que el tiempo dedicado a Dios en la oración no sólo deja de ser un obstáculo para la eficacia y la dedicación al amor al prójimo, sino que es en realidad una fuente inagotable para ello». La Madre Teresa especificó que «sólo por la oración mental y la lectura espiritual podemos cultivar el don de la oración».
Aunque no hubo una conexión directa entre la congregación de Teresa y las órdenes franciscanas, confesó ser admiradora de San Francisco de Asís. En consecuencia, la vida de Teresa de Calcuta y el carácter de la orden muestran cierta influencia de la espiritualidad franciscana. Las hermanas de las Misioneras de la Caridad recitan la oración de paz de San Francisco todas las mañanas durante la acción de gracias después de la Comunión, y muchos de los votos y el énfasis de su ministerio son similares. San Francisco también hizo hincapié en la pobreza, castidad, obediencia y sumisión a Cristo, dedicando gran parte de su vida al servicio de los pobres, especialmente a los leprosos en la zona donde vivía.
Tras analizar sus obras y logros, el papa Juan Pablo II dijo: «¿Dónde encontraba la Madre Teresa la fuerza y la perseverancia para ponerse totalmente al servicio de los demás? En la contemplación silenciosa de Jesucristo, su Santo Rostro, su Sagrado Corazón». En privado y durante casi 50 años hasta el final de su vida, la Madre Teresa experimentó dudas sobre sus creencias religiosas, en las cuales «no sentía la presencia de Dios en lo absoluto», «ni en su corazón ni en la eucaristía», según dijo su postulador, el reverendo Brian Kolodiejchuk. La Madre Teresa no solo sobrellevó el dolor provocado por su falta de fe, sino que también sintió graves dudas sobre la existencia de Dios:
¿Dónde está mi fe? Incluso en lo más profundo... no hay nada, excepto vacío y oscuridad... Si hay un Dios, por favor, perdóname. Cuando intento elevar mis pensamientos al Cielo, hay un vacío tan acusador que esos mismos pensamientos regresan como cuchillos afilados y hieren mi alma... Qué doloroso es este dolor desconocido. No tengo fe. Rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin celo... ¿Para qué hago este trabajo? Si no hay un Dios, no puede haber alma. Y si no hay alma, Jesús, tú tampoco eres cierto.
Placa conmemorativa dedicada a la Madre Teresa en un edificio en la Plaza de Wenceslao, en Olomouc, República Checa.
Con referencia a las palabras anteriores, su postulador, Kolodiejchuk (el funcionario responsable de reunir las pruebas para su beatificación), indicó que existía el riesgo de que algunos pudieran malinterpretar lo dicho pero que la fe de la Madre de que Dios estaba trabajando a través de ella se mantuvo intacta, y si bien se lamentaba por el sentimiento de pérdida de cercanía con Dios, no puso en duda su existencia. Muchos otros santos tuvieron experiencias similares de aridez espiritual. Contrariamente a las creencias erróneas por parte de algunos que expresaron que esas dudas serían un impedimento para la canonización, este proceso se llevó a cabo sin ningún obstáculo en dicho rubro.
La Madre Teresa sintió, después de una década de dudas, un período breve de fe renovada. En el momento de la muerte del papa Pío XII en otoño de 1958, orando por él en una misa de réquiem, dijo que había sido relevada de la «larga oscuridad: aquel sufrimiento extraño». Sin embargo, cinco semanas más tarde, admitió regresar a sus dificultades para creer. Escribió muchas cartas a sus confesores y superiores durante un período de 66 años. Si bien había pedido que las mismas fueran destruidas por temor a que la gente «vaya a pensar más en mí y menos en Jesús», fueron recopiladas en Mother Teresa: Come Be My Light (Ed. Doubleday). En una carta que se dio a conocer públicamente a un confidente espiritual, el reverendo Michael van der Peet, Teresa escribió: «Jesús tiene un amor muy especial para ti. [Pero] En cuanto a mí, el silencio y el vacío son tan grandes, que miro y no veo, escucho y no oigo, mi lengua se mueve [en la oración] pero no habla... Quiero que reces por mí, que yo le dejo tener una mano libre».
Muchos medios informativos se refirieron a los escritos de la Madre Teresa como una indicación de crisis de fe. Algunos de sus críticos, como Christopher Hitchens, tomaron sus escritos como una evidencia de que su imagen pública fue creada principalmente para publicidad a pesar de sus creencias y acciones personales. Sin embargo, otros, como Brian Kolodiejchuk, editor de Come Be My Light, la compararon con el poeta místico del siglo XVI San Juan de la Cruz, quien acuñó el término de «noche oscura del alma» para describir a una etapa particular del crecimiento de algunos maestros espirituales. El Vaticano indicó que las cartas no detendrían su camino hacia la santidad. De hecho, el libro fue editado por el reverendo Brian Kolodiejchuk, su postulador.
En su primera encíclica, Deus caritas est, Benedicto XVI mencionó a Teresa de Calcuta en tres ocasiones y también utilizó su obra para referirse a uno de los principales puntos de la encíclica. «La Beata Teresa de Calcuta es un ejemplo evidente de que el tiempo dedicado a Dios en la oración no sólo deja de ser un obstáculo para la eficacia y la dedicación al amor al prójimo, sino que es en realidad una fuente inagotable para ello». La Madre Teresa especificó que «sólo por la oración mental y la lectura espiritual podemos cultivar el don de la oración».
Aunque no hubo una conexión directa entre la congregación de Teresa y las órdenes franciscanas, confesó ser admiradora de San Francisco de Asís. En consecuencia, la vida de Teresa de Calcuta y el carácter de la orden muestran cierta influencia de la espiritualidad franciscana. Las hermanas de las Misioneras de la Caridad recitan la oración de paz de San Francisco todas las mañanas durante la acción de gracias después de la Comunión, y muchos de los votos y el énfasis de su ministerio son similares. San Francisco también hizo hincapié en la pobreza, castidad, obediencia y sumisión a Cristo, dedicando gran parte de su vida al servicio de los pobres, especialmente a los leprosos en la zona donde vivía.
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